DEBO CAMBIAR MIS GUSTOS MUSICALES.
Porque no nací ciego y siempre tuve, un miedo inconcebible a la ceguera.
“Te lo juro por mis ojos!!” Aunque ven cada vez menos. –“¿Ahora a tan temprana edad?” Preguntó el Amigo. –Que va la enfermedad siempre llega antes de tiempo.
La cosa es que poco a poco se cierra el horizonte, se hace más pequeño, casi cabria en mi mano. Y sin embargo, está más lejos que nunca, más estrecho, más pequeño, como yo perdido sin perro ni bastón, pidiéndole a un desconocido una culata para que se me vaya un tiro. ¿Y el semáforo, está en verde o en rojo?” La muralla, límite que ahora sirve de guía se ha terminado, el ruido de la micro me dice que estoy al borde de la muerte y, las risotadas adolescentes que siempre me molestaron tanto, ahora son certeza de vida. Y con todo, la Angustia angustia, el pié que no se mueve, se seca, se convierte en el pié de la anatomía, mezcla rara de carne, falanges, cartílagos, huesos y uñas, ya no más el compañero de viaje, él esta roto, perdido, angustiado, se ha ido. Porque la Angustia angustia, y el ojo cojo no permite dar paso alguno. Angustia, sólo angustia, ya no miedo, ni espanto, susto o pavor, sino angustia; sólo angustia angustiante, la del borde del abismo llamado cuneta.
“Vendo unos ojos negros” –Recordé. Trato de reír, como disimulo de la desesperanza que siento, llevo y cargo, porque son negros, estos si, demasiado negros, la luz no entra, y sin ella, ya ni tu. Y para peor, una desconocida –como todo lo conocido- aparece, toma mi mano, y me dice: -Por acá señor, por acá. Y, yo me pregunto, ¿Si todo se paga en esta vida, cuántos favores me quedan en la bolsa?
“Te lo juro por mis ojos!!” Aunque ven cada vez menos. –“¿Ahora a tan temprana edad?” Preguntó el Amigo. –Que va la enfermedad siempre llega antes de tiempo.
La cosa es que poco a poco se cierra el horizonte, se hace más pequeño, casi cabria en mi mano. Y sin embargo, está más lejos que nunca, más estrecho, más pequeño, como yo perdido sin perro ni bastón, pidiéndole a un desconocido una culata para que se me vaya un tiro. ¿Y el semáforo, está en verde o en rojo?” La muralla, límite que ahora sirve de guía se ha terminado, el ruido de la micro me dice que estoy al borde de la muerte y, las risotadas adolescentes que siempre me molestaron tanto, ahora son certeza de vida. Y con todo, la Angustia angustia, el pié que no se mueve, se seca, se convierte en el pié de la anatomía, mezcla rara de carne, falanges, cartílagos, huesos y uñas, ya no más el compañero de viaje, él esta roto, perdido, angustiado, se ha ido. Porque la Angustia angustia, y el ojo cojo no permite dar paso alguno. Angustia, sólo angustia, ya no miedo, ni espanto, susto o pavor, sino angustia; sólo angustia angustiante, la del borde del abismo llamado cuneta.
“Vendo unos ojos negros” –Recordé. Trato de reír, como disimulo de la desesperanza que siento, llevo y cargo, porque son negros, estos si, demasiado negros, la luz no entra, y sin ella, ya ni tu. Y para peor, una desconocida –como todo lo conocido- aparece, toma mi mano, y me dice: -Por acá señor, por acá. Y, yo me pregunto, ¿Si todo se paga en esta vida, cuántos favores me quedan en la bolsa?
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